Soy producto de un matrimonio que se divorció.
Eso causó que en ciertas épocas del año,
casi siempre vacaciones de verano o de navidad, mi madre me llevaba a pasar un
tiempo con mi padre a Santurce. Una o
dos semanas. Recuerdo que una vez hace más de treinta o treinticinco años, en
uno de esos periodos de vacaciones, caminaba junto a él un 25 de diciembre
cerca de la 1:00 de la tarde por la calle Loíza frente a Kasalta y mi padre
hablando para sí pero en voz suficientemente alta para que lo escuchara comentó
lo siguiente; “Tanta publicidad que le dan a éste día, tanta expectativa, y
mira como está ésto (la calle vacía), creo que es el día más aburrido del año.”
Aunque guardé silencio en ese momento, nunca he olvidado esas palabras. Es más,
ayer estuve pensando en ellas. Era el día de reyes y recordaba como muchos años
atrás, en la navidad parrandeaba, asistía a fiestas de dos en dos y de tres en
tres, apenas dormía en ésta época. Todo fue mermando desapercibidamente y hoy
hice el recuento de todas las fiestas alas que asistí éste año, para reconocer
que fui a una. ¿Y qué pasó?
Desde
hace mucho tiempo la gente viene comentando que las navidades está sosas, que
apenas se escuchó una parrandita, que se acostaron a dormir el día de despedida
de año, que se ha perdido el espíritu de la navidad. Y es verdad. Mi opinión es
que la gente se cansó. Se cansó de recibir borrachos en la casa a las tres de
la mañana, se cansó de la hipocresía de escuchar que la navidad significa el
nacimiento del niño Jesús, especialmente cuando lo dice alguien sin ton ni son.
Se cansó de esperar que el día después del pavo nos entre esa “fragancia”
maravillosa que nos hace ser gozosos, alegres, amables, felices y dadivosos.
Nos
cansamos de aparentar. En tiempos en que el desempleo nos arropa, los
criminales abusan de los decentes, la mediocridad es el modus operandi de la
mayoría de nuestros compueblanos, los niños son maltratados a gusto y ganas por
quienes deberían protegerlos, los guías espirituales nos demuestran cada vez
más que son de la peor calaña de gente que puede existir; ¿Cómo carajos vamos a
sentir gozo, alegría y felicidad solo porque es navidad en el calendario? Nos
cansamos de escuchar el estribillo hipócrita y vacío del “Felicidades”.
La
navidad hace tiempo que es para gastar el dinero que no tenemos en cosas que no
necesitamos, y aparentar querer a alguien regalándole lo mismo. Igual que San
Valentín, el día de las madres, de los padres, el regreso a la escuela, etc.
Pensamos que regalar nos hace buenos, importantes, dadivosos o especiales,
cuando en realidad nos hace seguidores de la costumbre.
Ayer
como de costumbre, el gobierno regaló juguetes a los “menos afortunados”. El
que no tenga dinero para comprarle un regalo a su hijo, pues que no se lo
compre. Que le regale educación, carácter y disciplina. Que el nene aprenda que
cuando no se puede no se puede. Y el gobierno debe ayudar en eso. Llevar un
mensaje a un niño de que si no tienes el gobierno te dá, es un mensaje erróneo.
Las consecuencias están reflejadas en nuestra actual sociedad de La Isla Bendita.
Ya a costo de los contribuyentes (locales y estadounidenses) se les dá casa,
agua, electricidad, muebles, juguetes de navidad, celular, internet y
próximamente drogas si prospera la llamada medicación o medicalización de la
misma. Y esos seres lo toman como una obligación de nosotros para ellos. Por
eso no sorprenden comentarios como los de la “trapo ‘e bola”. No les regalen un
carajo y ya. Como quiera no lo van a agradecer.