Estimable señor Varela:
He leído sus expresiones referentes
a la APP del aeropuerto Luis Muñoz Marín. Presumiendo que son ciertas (uno
nunca sabe con los periodistas de La Isla Bendita) entiendo que usted ha tocado
un punto neurálgico de nuestra vida como país. Quiero felicitarlo porque en
realidad es extraño que un político de los de La Isla Bendita dé en el clavo
con tanta precisión. Las palabras más coherentes y sabias que se han escuchado
sobre éste asunto las ha dicho usted; “Una nación que no es capaz de
administrar un monopolio, tiene una seria crisis para gobernarse a sí misma.”
Las mismas son reforzadas fuertemente al decir: “Cualquier empresa de progreso
depende, en primera instancia, de que tengamos voluntad y arrojo.”
Ahora
viene el “pero”. Los monopolios del gobierno no son del pueblo. Son de las
uniones, los asesores y los accionistas. Al ciudadano común y corriente no le
llega un cheque mensual de ningún monopolio del gobierno. Al contrario, cuando
los monopolios tienen problemas en lugar de buscar maneras de mejorar su
eficiencia optan por meterle la mano al bolsillo al pueblo, o mejor dicho, a la
parte mínima del pueblo que paga por las cosas. Si los recaudos no son
suficientes no tratan de resolver el problema recaudando lo que no les entra,
optan por lo fácil, aumentar el costo. La babosería de decir que las empresas
del gobierno son del pueblo es sólo eso, una babosería inculcada por los que
están chupando de esa teta. También se trata de demonizar a la empresa privada.
Vivimos en un sistema capitalista, las empresas existen para hacer dinero. Por
eso, a diferencia del gobierno, tienen métricas. Si no hay productividad no hay
bono. Si no brindas resultados no tienes trabajo. Si no trabajas no cobras. Los
resultados dictan las compensaciones. En el gobierno sin embargo, si trabajas
cobras y si no, también. No se exigen resultados. Aunque el monopolio esté
quebrado los bonos de productividad y los aumentos se otorgan como quiera. Muchas
veces se escucha la frase: “Hay que cogerlo suave porque esto es pa’ treinta
años”. Y la diferencia grande es que la empresa privada tiene en su contra a la
competencia y como si fuera poco a la ineficiencia del gobierno. Los ciudadanos
responsables y la empresa privada son los que sostienen ese monstruo gubernamental
asfixiante. Por lo tanto, demonizar a la industria privada es otra babosería
que se ha repetido por años y lo que demuestra es una cultura de envidia tanto
económica como profesional. El capital privado no venció “al pueblo”. El
“pueblo” perdió por “default”. Por ineficiente, falto de arrojo y
determinación. ¿Y qué nos trajo aquí? Fácil. Mientras el requisito para
trabajar en el gobierno sea ser un “lambeojo” de un político, cargar una
bandera en una caravana, pasquinar, ser sobrino de alguien o tener una “pala”,
no se puede esperar mucho de nuestros monopolios.
Esto
ya no aguanta más. Y las próximas deben ser la AEE, la AAA, Hacienda y el CRIM
y todas las demás. Ninguna sirve para nada. Por años he preguntado a cientos de
personas: ¿Puedes nombrarme una agencia de gobierno que funcione? Nunca he
recibido respuesta.
Volviendo
al aeropuerto. ¿Alguien en sus cabales se metería en un negocio quebrado, con
una infraestructura deficiente y con una deuda multimillonaria? Sí. Alguien que
se dé cuenta que ese negocio bien administrado debe funcionar. Eso fue lo que
pasó. Que los que chupan y chupan sólo saben hacer eso. Chupar y chupar. Y los
que saben administrar ven las oportunidades.
Por
último. Se rumora que van a aumentar el IVU para resolver el problema del
retiro. El IVU no hay que aumentarlo. El IVU lo que hay es que recogerlo. Sólo
tienen que poner a trabajar a esos “servidores públicos” que están dándole
nalga a una silla. Sería una desfachatez (otra más) que le cobren el desmadre
del retiro a personas que no reciben ese beneficio ni lo recibirán por no
“trabajar” en el gobierno.
Hace
unas semanas ENDI publicó una encuesta sobre las personas que quieren irse del
país. Somos muchos. Y somos los profesionales jóvenes que entendemos que como
va esto no hay futuro para lo que nos quede de vida, y peor aún, para nuestros
hijos. Ustedes tienen la oportunidad de hacer la diferencia. Sólo tienen que
tener “voluntad y arrojo”.
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